La jerarquía es
un orden impuesto (de arriba abajo) que establece las relaciones de autoridad y
poder formal entre superiores y subordinados en el seno de las organizaciones
tradicionales. La redarquía, en cambio, es un orden emergente (de abajo arriba)
que surge como resultado de las relaciones de participación y los flujos de
actividad generados en los entornos colaborativos.
La redarquía
establece, pues, un orden alternativo en las organizaciones. Un orden no
necesariamente basado en el poder y la autoridad de la jerarquía formal, sino
en las relaciones de participación y los flujos de actividad que, de forma
natural, surgen en las redes de colaboración, basadas en el valor añadido de
las personas, la autenticidad y la confianza.
El mero hecho
de colaborar y compartir de igual a igual genera interacciones, propuestas y
soluciones innovadoras, y permite que la actividad se traslade, de forma
natural, a los nodos en los que realmente se está aportando valor a la
organización. En otras palabras, la decisión no desciende desde arriba, en
cascada, sino que emerge desde abajo, fruto de las relaciones de colaboración.
La jerarquía
tiene un carácter marcadamente unidireccional: las relaciones se producen entre
dos agentes, pero uno de ellos -el superior- hace valer su poder para imponer
su visión al otro -el subordinado-. En la redarquía, en cambio, las relaciones
son multidireccionales, como en una red: los agentes se relacionan los unos con
los otros de forma abierta, y el trabajo se realiza de forma distribuida,
aprovechando las conexiones entre los diferentes nodos de generación de valor.
Lo esencial es
entender que la jerarquía se basa en un orden de poder impuesto, y que la
redarquía se basa en un orden emergente de colaboración; la primera se se basa
en órdenes y relaciones de dependencia, en las que el superior administra los
recursos, mientras que la segunda se basa en conversaciones; la jerarquía, en
fin, está basada en premios y castigos, y la redarquía se fundamenta en el
reconocimiento y la autoestima de sus miembros.
La redarquía es la estructura propicia para resolver los problemas
complejos a los que nos enfrentamos, porque es capaz de abordar el problema desde una perspectiva global, en la
que todos los agentes involucrados formamos parte del problema en la misma
medida en que formamos parte de la solución.
Este modelo
asume que la solución no va a bajar del cielo, tampoco de la cúspide de la pirámide
en la que se encuentra el líder todopoderoso. Muy al contrario. Es la colaboración en redes abiertas de todos
los agentes la que genera nuevas interacciones, la que hace aflorar todas las
propuestas, y la que, en última instancia, hace posible que la solución emerja
de forma natural, de abajo arriba.
Propiedades de las estructuras redárquicas
Estas son, las propiedades que definen y caracterizan a las
estructuras redárquicas:
- Colaboración. La colaboración es la forma más poderosa de crear
valor. La nueva plataforma tecnológica nos permite construir la inteligencia
colectiva. Todos podemos participar de forma voluntaria, en pie de igualdad,
creando y compartiendo desde cualquier lugar, de forma colaborativa y global,
en redes basadas en la confianza.
- Autogestión. Cada agente dispone de autonomía para tomar sus
propias decisiones, y para gestionar su aportación al interés común. La
coordinación se realiza por adaptación mutua, compromiso y colaboración. El
modelo redárquico hace posible que autonomía y control no sean términos
antagónicos (tal y como teníamos asumido) sino conceptos compatibles y
complementarios, necesarios en la evolución de nuestras organizaciones.
- Transparencia. La transparencia de la información es el ingrediente
fundamental, la auténtica clave para la emergencia del orden redárquico. Todos
los elementos que forman parte de la red conocen la aportación de cada uno de
los miembros. La transparencia del valor añadido es el camino mas directo hacia
la consecución de los objetivos compartidos.
- Emergencia. Las soluciones no son el resultado de acciones
planificadas desde la cúpula de la organización, sino que emergen de forma
natural, de abajo arriba, fruto de la acción de esfuerzos pioneros locales y de
la interacción en redes abiertas. El intercambio de información y el
aprendizaje colaborativo en redes produce un efecto multiplicador: de los
esfuerzos individuales -aparentemente irrelevantes- en distintos puntos de
la red, surgen de repente cambios muy significativos y soluciones innovadoras a
los retos complejos a los que se enfrenta la organización.
- Coherencia.
La transparencia de las conversaciones en red nos permite mantener la
coherencia y la continuidad entre la visión, la misión y los valores de la
organización, siempre con el compromiso puesto en la acción. Como sistemas
auto-referenciados, las estructuras redárquicas se adaptan a los cambios
del entorno manteniendo su identidad y valores. Es lo que conocemos como autopoiesis.
-
Participación. El liderazgo y
la innovación es una tarea que debe ser compartida por todos. Todos los agentes
aportan en una redarquía. El proceso de creación es participativo, por lo que
podemos decir que el sentido de pertenencia y el compromiso con la acción es
mayor en las organizaciones redárquicas.
-
Interdependencia. Todos los
puntos de la red están conectados. Lo que ocurre en un punto de la red afecta a
todos los otros puntos de la red. De ahí que la redarquía tome conciencia de
todos los problemas sociales, económicos, medioambientales que afectan al mundo
en su conjunto.
- Apertura. A diferencia de las jerarquías, las redarquías
son estructuras abiertas capaces de auto-organizarse en función de la tarea a
realizar. Precisamente una de las propiedades fundamentales de los sistemas
abiertos es que no buscan la estabilidad, sino la interacción con el entorno,
por lo que necesitan un cierto grado de desequilibrio para poder cambiar y
crecer.
-
Adaptabilidad. Basándose en la
retroalimentación o feedback, la estructura redárquica es capaz de adaptarse
de forma continua, en tiempo real, a un entorno que cambia
constantemente. Frente a la planificación milimétrica, y al “aquí lo hemos
hecho siempre así”, se impone el “hazlo realidad”, el menos es más, el sentido
común, y la capacidad de cambiar rápidamente para adaptarse a las nuevas
necesidades y nuevos desafíos de la sociedad.
- Libertad. Cuanto mayor es el grado de libertad, mayor es la
estabilidad de la organización. Creamos un orden redárquico cuando en lugar de
ocultar los conflictos y las contradicciones inherentes a toda relación humana,
estimulamos la libertad para expresarlos. Al no existir un control central que
prohiba los pequeños y constantes cambios locales, la estructura de la
organización permite muchos niveles de autonomía, y contribuye a preservar así
su estabilidad global.
- Aprendizaje. El aprendizaje colectivo es una capacidad fundamental
de las estructuras redárquicas. Para dar este paso, las organizaciones deben
fomentar las conversaciones valientes, asumiendo que estas conversaciones
constituyen una forma de aprendizaje en sí mismas; deben reconocer los modelos
mentales que residen detrás de las posiciones individuales; y deben facilitar
la búsqueda y la experimentación continua de nuevas formas, modelos mentales y
herramientas para abordar los retos del futuro.
Publication in www.henrymatias.com
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